Pequeños milagros
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Pequeños milagros
En ocasiones una piedra diminuta
puede desencadenar con su caída
una avalancha capaz de llenar abismos
de profundidad insondable
y crear caminos antes imposibles.
Y una gota de agua puede colmar vasos de veneno
derramando su hediondo contenido hacia el averno
y dejándolos vacíos, abiertos a la esperanza
de no albergar nunca más la muerte en ellos
y llenarse cada noche de gotas de rocío.
En la vida una lágrima puede romper cadenas
y un grito despertar a otra garganta
y unos ojos mostrar el horizonte
a quien ha sido cegado por la arena
de la última tormenta que sacudió el desierto.
Pero el azar deja morir a la amapola
al negarle una simple ráfaga de viento
que la transporte a tierra fertil cuando aun es semilla
y permite que los ángeles caigan al apagarse su fe
cuando la simple risa de un niño les recobraría.
Ojalá pudiera ser esa pequeña piedra
aunque me pulverizase bajo mi propia avalancha
o la gota de agua que venció al veneno
aunque éste me asfixiara en su putrefacción
y no llegase a contemplar el milagro por el que muero.
Ojalá estas líneas te recuerden que eres grande
y no necesitas de pequeños destellos
para amanecer en todo tu esplendor
después de la noche que tanto me ha atormentado
desvaneciendo malos sueños con luminosos despertares.
Pero aun así debes saber que mis cenizas
que hoy son hombre gracias a tu soplo
seguirán ardiendo por tu causa
en el loco sueño de recordarte qué es el fuego
a ti, que iluminaste la tierra con tu alma...y volverás a hacerlo.
puede desencadenar con su caída
una avalancha capaz de llenar abismos
de profundidad insondable
y crear caminos antes imposibles.
Y una gota de agua puede colmar vasos de veneno
derramando su hediondo contenido hacia el averno
y dejándolos vacíos, abiertos a la esperanza
de no albergar nunca más la muerte en ellos
y llenarse cada noche de gotas de rocío.
En la vida una lágrima puede romper cadenas
y un grito despertar a otra garganta
y unos ojos mostrar el horizonte
a quien ha sido cegado por la arena
de la última tormenta que sacudió el desierto.
Pero el azar deja morir a la amapola
al negarle una simple ráfaga de viento
que la transporte a tierra fertil cuando aun es semilla
y permite que los ángeles caigan al apagarse su fe
cuando la simple risa de un niño les recobraría.
Ojalá pudiera ser esa pequeña piedra
aunque me pulverizase bajo mi propia avalancha
o la gota de agua que venció al veneno
aunque éste me asfixiara en su putrefacción
y no llegase a contemplar el milagro por el que muero.
Ojalá estas líneas te recuerden que eres grande
y no necesitas de pequeños destellos
para amanecer en todo tu esplendor
después de la noche que tanto me ha atormentado
desvaneciendo malos sueños con luminosos despertares.
Pero aun así debes saber que mis cenizas
que hoy son hombre gracias a tu soplo
seguirán ardiendo por tu causa
en el loco sueño de recordarte qué es el fuego
a ti, que iluminaste la tierra con tu alma...y volverás a hacerlo.
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