Camino hacia la insolvencia y más allá
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Camino hacia la insolvencia y más allá
Fase 1 (2002-2007): los bancos privados, empujados por los bajísimos tipos de interés de los bancos centrales, expanden de manera desproporcionada el crédito y llenan sus balances de la archiconocida basura de préstamos al ladrillo europeo y estadounidense. ¿Resultado? Colapso del sistema bancario y posterior ronda de rescates estatales para estabilizar el sistema de cobros y pagos.
Fase 2 (2008-2011): esos mismos bancos privados y centrales, sin haber saneado del todo sus malas inversiones anteriores y todavía a medio capitalizar, comienzan a financiar los enormes déficits públicos de los Estados que les han rescatado (déficits que, salvo excepciones como la irlandesa, no traían causa en el rescate de la banca, sino en esa mala ideología económica llamada keynesianismo). ¿Resultado? Los déficits públicos no consiguen impulsar el crecimiento sostenible, por cuanto sólo contribuyen a retrasar la reestructuración de la economía privada, y esos Estados amenazan con suspender pagos y con llevarse por delante a los bancos que fueron objeto de su milmillonario rescate previo.
No será necesario que diga que estamos a punto de concluir esa segunda fase: la quiebra de Grecia ya se antoja inevitable debido al rechazo de su Gobierno a enajenar los 300.000 millones de euros de activos que posee en cartera, y Francia ve que su sistema bancario, enormemente expuesto a los pasivos helenos, se tambalea. Pero no son los únicos: los bancos y cajas españoles, cuando todavía no han digerido ni mucho menos sus impagados créditos a promotores, se encuentran con que sus tenencias de deuda pública española y portuguesa se hallan seriamente depreciadas y en riesgo cierto de sufrir una quita. La diferencia es que Francia todavía tendría algún margen para volver a recapitalizar a su banca, pero nosotros, como es obvio, ya no poseeríamos semejante opción (el quebrado no puede rescatarse a sí mismo): deberíamos recurrir a la caridad de nuestros acreedores europeos o directamente salir del euro.
Sorprende, pues, que en medio de esta crítica coyuntura, en la que la supervivencia misma de la moneda única está en juego, todavía sean legión quienes consideren que éste no es el momento de la austeridad y de cuadrar las cuentas, sino más bien el de seguir colocándole nuestra deuda pública a la banca privada o, en su caso, al Banco Central Europeo. Hacia la insolvencia y más allá, parecen gritar. Mas volvamos a lo básico: una crisis derivada del exceso de deuda privada no se soluciona añadiendo al explosivo cóctel ingentes cantidades de deuda pública; unos bancos insolventes no se sanean llenando sus balances de nuevos activos tóxicos; la inversión a largo plazo necesaria para reestructurar nuestras economías no se incentiva ni subiendo impuestos ni creando las condiciones para salir forzados del euro mediante una devaluación de caballo. Al revés, necesitábamos amasar un enorme volumen de ahorro para amortizar deuda e invertir en nuevos modelos de negocio, pero nuestros Gobiernos se lo han zampado en sobredimensionar su gasto.
En definitiva, la fase 1 de la crisis fue causada por la expansión crediticia generada un sistema financiero intervenido y privilegiado hasta las cejas. La fase 2, potencialmente mucho más devastadora, la han causado directamente nuestros manirrotos gobernantes. Y, cómo no, los keynesianos aplaudieron entonces y aplauden ahora todas estas ruinosas políticas financieras: sus bajos tipos de interés para impulsar el crecimiento generaron a partir de 2002 la orgía crediticia de la burbuja y sus déficits públicos para sacarnos de la recesión están abocándonos al abismo de la depresión . ¿Quién dijo libre mercado?
http://www.vozpopuli.com/blog/juan-r-rallo/camino-hacia-la-insolvencia-y-mas-alla
Fase 2 (2008-2011): esos mismos bancos privados y centrales, sin haber saneado del todo sus malas inversiones anteriores y todavía a medio capitalizar, comienzan a financiar los enormes déficits públicos de los Estados que les han rescatado (déficits que, salvo excepciones como la irlandesa, no traían causa en el rescate de la banca, sino en esa mala ideología económica llamada keynesianismo). ¿Resultado? Los déficits públicos no consiguen impulsar el crecimiento sostenible, por cuanto sólo contribuyen a retrasar la reestructuración de la economía privada, y esos Estados amenazan con suspender pagos y con llevarse por delante a los bancos que fueron objeto de su milmillonario rescate previo.
No será necesario que diga que estamos a punto de concluir esa segunda fase: la quiebra de Grecia ya se antoja inevitable debido al rechazo de su Gobierno a enajenar los 300.000 millones de euros de activos que posee en cartera, y Francia ve que su sistema bancario, enormemente expuesto a los pasivos helenos, se tambalea. Pero no son los únicos: los bancos y cajas españoles, cuando todavía no han digerido ni mucho menos sus impagados créditos a promotores, se encuentran con que sus tenencias de deuda pública española y portuguesa se hallan seriamente depreciadas y en riesgo cierto de sufrir una quita. La diferencia es que Francia todavía tendría algún margen para volver a recapitalizar a su banca, pero nosotros, como es obvio, ya no poseeríamos semejante opción (el quebrado no puede rescatarse a sí mismo): deberíamos recurrir a la caridad de nuestros acreedores europeos o directamente salir del euro.
Sorprende, pues, que en medio de esta crítica coyuntura, en la que la supervivencia misma de la moneda única está en juego, todavía sean legión quienes consideren que éste no es el momento de la austeridad y de cuadrar las cuentas, sino más bien el de seguir colocándole nuestra deuda pública a la banca privada o, en su caso, al Banco Central Europeo. Hacia la insolvencia y más allá, parecen gritar. Mas volvamos a lo básico: una crisis derivada del exceso de deuda privada no se soluciona añadiendo al explosivo cóctel ingentes cantidades de deuda pública; unos bancos insolventes no se sanean llenando sus balances de nuevos activos tóxicos; la inversión a largo plazo necesaria para reestructurar nuestras economías no se incentiva ni subiendo impuestos ni creando las condiciones para salir forzados del euro mediante una devaluación de caballo. Al revés, necesitábamos amasar un enorme volumen de ahorro para amortizar deuda e invertir en nuevos modelos de negocio, pero nuestros Gobiernos se lo han zampado en sobredimensionar su gasto.
En definitiva, la fase 1 de la crisis fue causada por la expansión crediticia generada un sistema financiero intervenido y privilegiado hasta las cejas. La fase 2, potencialmente mucho más devastadora, la han causado directamente nuestros manirrotos gobernantes. Y, cómo no, los keynesianos aplaudieron entonces y aplauden ahora todas estas ruinosas políticas financieras: sus bajos tipos de interés para impulsar el crecimiento generaron a partir de 2002 la orgía crediticia de la burbuja y sus déficits públicos para sacarnos de la recesión están abocándonos al abismo de la depresión . ¿Quién dijo libre mercado?
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Asoen- Administrador
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