La mentira como destructora de la libertad y del honor de quien la usa

La mentira es el arma de la manipulación. Mediante ella, se distorsiona la realidad ante los ojos de la víctima, haciéndole tomar decisiones que, de saber lo que está ocurriendo, rechazaría por completo. Mediante la mentira nos presentamos ante alguien que nos interesa alardeando de cosas que no tenemos (por ejemplo un determinado título universitario), diciendo ser quien no somos y ocultándole sucesos (por ejemplo una infidelidad continuada) que le harían rechazarnos con justa repugnancia. Se miente por cobardía y por malicia.

Mentimos por cobardía cuando ocultamos a nuestros allegados nuestra ideología, nuestras convicciones, nuestros valores...en este caso pretendemos ocultar algo que no es culpa nuestra, que no hemos provocado dolosa e injustamente, de los ojos de quien no podría entenderlo (o eso pensamos). Esta elección nos condena a la indigna situación de tener que negar lo que somos y transformarnos en tristes farsantes que destierran a la mazmorra de la autonegación sus dones más excelsos. Se colocan una correa al cuello de la que tiran cada vez que se encuentran con un vecino, amigo, conocido...hasta ahogarse. Y sientiendo la asfixia que les provoca hundirse en el fango cuando su naturaleza les llama a volar hasta el sol...siguen apretando su yugo y sometiéndose a las mezquinas y obtusas mentalidades que deberían despreciar. Cuando esto se hace para no causar dolor a un ser querido...puede comprenderse aunque no compartirse, pues lo noble del fin no obsta para lo abyecto de los medios...y al hecho de que, cuando se miente mucho por miedo, termina haciéndose por malicia.

Mentimos por malicia cuando somos nosotros los que voluntariamente provocamos el vergonzoso acto que pretendemos tapar. Por ejemplo en la infidelidad. Yo decido ser o no infiel...pero si lo soy y encima tengo la desfachatez de seguir con mi pareja, engañándola, utilizándola y aprovechándome de ella...aquí sí que el acto es ruin e infame por completo.

Y es que la mentira, aparte de condenarnos a la condición de siervos de nuestros censores en los casos en que mentimos por cobardía, destruye un derecho sacrosanto del destinatario de nuestras falsedades: el derecho a decidir libremente...porque no hay libertad sin verdad. Igual que el carnicero lleva a la confiada ternera al matadero con carantoñas, lleva la mujer infiel a la cama a su novio o esposo, atrapándole en una relación podrida y falsa...que si él conociera rompería de inmediato. La mentira es utilizar, manipular, denigrar a la condición de marioneta al engañado, ponerlo a cuatro patas como a un asno. Es hacerle usar su ignorante mano para traicionarse sin saberlo, es condenarle a la macabra ironía, a la terrible situación de hacer de buena gana lo que, siendo libre gracias a la verdad, repudiaría. Y todos tenemos derecho a decidir sobre nuestras vidas conociendo nuestras opciones. Que quien nos niegue este derecho sea alguien "que nos quiere"...es uno de los mayores sarcasmos nunca nacidos. La excusa de "si conoce la verdad va a sufrir" no es válida (mucho menos cuando el engañador mantiene libremente la causa de su sufrimiento, como sería el caso de la infidelidad). Porque probablemente la persona prefiere sufrir a ser un pelele. Y como digo está en su derecho. Yo mentí una vez por amor, sin que nada pueda justificar mi conducta. Pero es mucho más grave cuando la mentira se vuelve una constante en tu vida, por cobardía...y finalmente por malicia. Has nacido para ser libre, y sólo la libertad te dará paz y alegría. Rompe tus cadenas.

Movido desde el Refugio del Unicornio