Infancia y madurez

Aunque pueda parecer que sufro el síndrome de Peter Pan al decir esto, a veces concibo la infancia como una especie de paraiso luminoso del que fuimos expulsados, adentrándonos en el mundo de luces y sombras de los adultos. Allí las penas y los errores se olvidaban pronto. Teníamos ante nosotros un mundo recién pintado, un mundo nuevo, repleto de sorpresas, retos y misterios que incitaban nuestra curiosidad, nuestra fantasía y nuestro espíritu aventurero. Y creo que algo de esta actitud infantil conviene recuperar: curiosidad para un mundo que se vuelve rutinario y tedioso, fantasía para colorear un mundo que en ocasiones se torna gris, espíritu aventurero para perseguir utopías que no podremos conseguir pero que en este mundo de conformismo y mediocridad nos harán mejorar.

En todo esto he pensado al recibir una carta (electrónica... -no me gusta usar el barbarismo email-) que hablaba sobre cómo éramos en la infancia. Reproduzco su contenido a continuación, y después una canción de Enrique Bunbury y una frase de Friedrich Nietzsche que tienen relación con el tema.

De mayor (Enrique Bunbury).

"La madurez del hombre es haber recobrado la seriedad con que jugaba cuando era niño" (Friedrich Nietzsche).

La infancia hasta los 6, la niñez hasta los 12. Éramos unos pequeños diablos irracionales que no nos cansábamos nunca, estábamos siempre escapando del aburrimiento y no teníamos ninguna responsabilidad. Lo que creo que hecho de menos de mi niñez es la capacidad de entretenerme con cualquier cosa, de sentirlo todo muy profundamente. Lo que menos hecho de menos de mi infancia es la falta de libertad (siempre tenía que depender de mis hermanos mayores para tal o cual cosa) y otras frustraciones que de mayor no tienes que aguantar.