Respirar

Testigo en el imperio de Caligula
lucho por la salvacion de los vastagos aun verdes
y cubro mi alma de una rabia vigilante
dispuesta para cuando intenten torcerla de nuevo.

Me pregunto si el oro enloquecio al emperador
o si fue la locura la que le llevo a acumularlo
y cubrir con el macabramente sus eriales
pensando que el brillo muerto oculta la verguenza clamorosa.

Cuando llevas un abismo en el pecho
aprendes a vivir casi sin respirar
la ultima brisa se ha apagado
pero mis ojos siguen vivos.

Mis ojos pueden atravesar el discurso de las hienas
silenciarlo y llevarme a la tierra que amo pero no se sembrar
donde el tormento que siempre ira conmigo se detiene a ratos
y las palabras son libres y verdaderas.

Y me recuerdan aquel aire venido de lo lejano
donde la ambicion y la decadencia no existen
y los hombres aun no han olvidado como volar
aquel aire cuyo recuerdo me permite soportar la asfixia del presente.